23.1.13

6

La temporada pasada, como he relatado en las primeras entradas de este blog, fue muy dura. Lo fue porque 'competimos' en la categoría senior femenino autonómico siendo entre 5 y 8 en los partidos. Y también, por supuesto, porque estuvimos cerca de media temporada sin entrenador.

No sabéis la decepción que se siente cuando notas que tus compañeras de miles de batallas, de cientos de kilómetros te dan la espalda y te abandonan. No fue así, está claro, tuvieron sus motivos para dejarse el equipo, pero es así como te sientes cuando la presión cae sobre ti.

Sobre todo fue impresionante cuando empiezas la temporada, sois pocas y ni siquiera sabes por qué. Como entre semana sois tres para entrenar y los viernes apenas las seis del equipo. Como tienes que ir a entrenar tu sola, con los chicos o las infantiles para poder mantenerte en forma.

Cuando tienes un equipo de 12 con entrenador normal y corriente, tu eres una jugadora más, te preocupas de ir a entrenar, de mejorar y dar el máximo en los partidos.

Cuando tienes un equipo de 6 personas y sin entrenador, tu eres una jugadora más pero, aparte de preocuparte de ir a entrenar, de mejorar y dar lo máximo en los partidos, también lo haces de:

-Saber los horarios de entrenamiento del resto de equipos del club e ir mendigando a ver que entrenador te deja entrenar con ellos.
-Averiguar si vais a ser suficientes para poder hacer un 3x3 por lo menos el viernes.
-Convencer a las infantiles para que, después de su entrenamiento, se queden un rato con vosotras y poder jugar un 5x5, aunque sea una vez al mes.
-Tener claro quienes vais a estar para el partido y si somos suficientes para jugarlo.
-Recordarle al entrenador o, cuando nos faltó este acordarte tu, que cogiera el agua y las fichas.
-Tener en cuenta que NUNCA puedes faltar a un partido. Si faltas es muy probable que tu equipo no pueda jugar. Tu decides.

Todas estas cosas era de lo que teníamos que estar pendientes las más veteranas del equipo para poder sacar adelante la semana. Luego, cuando llegaban los partidos, la cosa también tenía tela:

-No calentar muy fuerte para no cansarnos antes de tiempo
-Tener claro que, aunque el rival sea técnicamente inferior a nosotras, tenemos todas las papeletas para llevarnos la derrota a casa.
-Ser conscientes en todo momento de que no podemos hacer faltas personales. Quedarse con cuatro como nos pasó en Carcaixent (mea culpa) es una gran putada.
-No hacer muchos contraataques -aunque nuestro juego de otros años estuviera basado en ellos- para evitar cansarnos.
-Agotar el tiempo que se pueda la posesión, para descansar un poco mientras estamos en estático.
-Si teníamos la suerte de ser las seis o incluso siete, aprovechar los 5 minutos de descanso que nos tocaban por partido para relajarnos y volver a salir enchufadas.

Cuando a partir de febrero ya no teníamos a nadie en el banquillo nuestra compañera Irene, la más veterana cogió las riendas del equipo, aunque la táctica la sacábamos entre todas. Lo que solíamos hacer cuando éramos 5 o 6 es pedir siempre el tiempo muerto cuando llevábamos cinco minutos de periodo, para descansar y saber cuando hacer el cambio.

Por supuesto, aquí los cambios no se hacían por motivos tácticos, las cosas eran así: las que mejor estaban físicamente y aguantaban más no descansaban o descansaban sólo cinco minutos. Ese era el papel de Irene y mío que teníamos más fondo.

Por supuesto, nada de jugar al 100%, si tienes que estar pensando en no hace faltas, en no cansarte, en mantener un ritmo anotador adecuado... no podías nunca correr a tope o emplearte a fondo en defensa.

Luego estaba lo de la anotación. Siendo 5 o 6 en casi todos los partidos, haciendo puras matemáticas, teníamos que rondar los 50 puntos para conseguir mantenernos en los partidos, por lo que, para que estuviera repartido, tendríamos que meter entre 8 y 10 puntos por jugadora. Evidentemente teníamos jugadoras que no llegaban a esas marcas, no todas tienen esa capacidad de anotar, así que las que si que éramos anotadoras teníamos que ponernos las pilas.

Aquí se acabó mi falta de confianza en cuanto al ataque. Temporadas anteriores, incluso en categorías de formación había demostrado que mi carácter tímido me impedía llegar a dar todo mi potencial ofensivo. Me daba miedo fallar. Esto, el año pasado dejó de ser un problema para mi, porque las dudas no cabían en este equipo.

A pesar de que siempre digo que fuimos 6 en el equipo, muchos partidos fuimos sólo cinco. Motivos de estudio por parte de Paula y Ana María, motivos físicos por parte de Naomi. Hubo otras tres personas que nos apoyaron durante la temporada pero su compromiso era nulo, por lo que, en verdad, lo único que hacían era meternos más estrés a las demás.

Sobre todo el día que jugábamos en casa contra el Carcaixent, pensábamos que íbamos a ser siete y la séptima jugadora nos dijo que no podría jugar porque... anotaba nuestro partido. Increíble, alucinante y una verdadera puñalada para nuestro ánimo.

Para nosotras este año nuestra preocupación no era jugar buen baloncesto, sino no cansarnos para que no nos remontaran al final, lo que nos pasó en numerosos partidos.

No le deseo a nadie que le pase como a nosotras, su equipo se rompa y se vean de repente en esta situación. 

Eso si. Es el año que más he aprendido en el baloncesto. He aprendido a tener confianza en ti misma, en saber la importancia de estar en el banquillo, de estar comprometidas.

Y es que llegó un momento en que Irene que hacía los cambios pensaba "Bueno, somos pocas, en este partido me tendré que fastidiar y jugar todo el partido".

Llegó el momento que lo "guay" no era jugar, tener minutos, sino estar sentada descansando. Todo el mundo quiere jugar todo el partido. Yo lo que quería eran cinco miseros minutos en el banquillo.

Y aunque el número 6 sea el más bonito del mundo... no lo fue en este sentido.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Piensa antes de comentar. Si decides hacerlo, que sea con respeto.